martes, 12 de diciembre de 2017

Once Upon a Time


                                                        Foto de LACS



"Cuando yo era niña me enseñaban unos dibujos, una especie de dibujos animados que se iban formando ante tus ojos y, mientras, el artista contaba su relato. Este relato se contaba siempre con las mismas palabras.

  Había un hombre que vivía en una casita redonda, que tenía una ventana redonda y un jardín triangular delante. No lejos de la casa había un estanque con muchos peces.

  Una noche el hombre se despertó con un gran ruido y se metió en la oscuridad para encontrar su causa. Tomó el camino hacia el estanque.

  En ese punto el narrador comenzaba a dibujar, como sobre un mapa los movimientos de un ejército, un plano de los caminos que tomaba el hombre.

  Primero corrió hacia el sur. Allí tropezó con una piedra grande que había en medio del camino y, un poco más allá, cayó en una zanja, se levantó; cayó en otra zanja, se levantó; cayó en una tercera zanja, y salió de ella.
  Luego se dio cuenta que se había equivocado y corrió hacia el norte. Pero allí otra vez le pareció que el ruido venía del sur y de nuevo corrió hacia allá. Primero tropezó con una piedra grande que había en medio del camino, un poco más allá cayó en una zanja, se levantó; cayó en otra zanja, se levantó; cayó en una tercera zanja, y salió de ella.
  Ahora escuchó claramente que el ruido procedía del fondo del estanque. Se precipitó hacia allí y vio que había hecho una brecha grande en el dique y que salía el agua junto con los peces. Se puso a la obra y cerró el agujero y solo cuando hubo terminado se fue de vuelta a la cama.

  Cuando a la mañana siguiente el hombre se puso a mirar a través de la ventanita redonda -el cuento terminaba de la manera más dramática posible-, ¿qué es lo que vio?,

                       -¡Una cigüeña!

  Me alegro mucho de que me contaran ese cuento. Lo recordé en momentos de necesidad. El hombre del cuento es cruelmente engañado y encuentra toda clase de obstáculos en su camino. Podía haber pensado: "¡Cuántas idas y venidas! ¡Vaya mala suerte!".
  Podía haberse preguntado cuál era la causa de sus tribulaciones, no podía saber que era una cigüeña. Pero con todo siguió teniendo un propósito, nada le hizo abandonar y volver a casa, terminó su trabajo, conservó su fe. Aquel hombre tuvo su recompensa. Por la mañana vio a la cigüeña. Cuánto debió de reírse.

  Infandum, Regina, jubes renovare dolorem. Troya en llamas, siete años de exilio, trece buenos barcos perdidos. ¿Qué sale de allí?:

             Insuperada elegancia, majestuosa grandeza y suave ternura"



                    MEMORIAS DE AFRICA. Isak Dinesen. Ed. Alfaguara