Fotografía de JOSEF SUDEK
"Durante las ocupaciones nazi y soviética un hombre no sale de su atelier, ocupado en fotografiar el mundo cambiante de su ventana. Se llama Josef Sudek. Cada siglo alumbra un hombre o una mujer que se entregan a lo que a nadie le importa. Por una parte Hitler, entretenido con lo universal, lanzándose a la conquista de Europa; por otra el fotógrafo manco de Praga, consagrando su vida a lo concreto, conquistando la luz a la que da permiso la ventana. De los dos, es Josef Sudek quien ha conseguido que no se termine nunca su imperio. Qué no se termina nunca: lo que se ama. El amor no comienza ni termina. Está lleno de principio. Amar es ponerse de puntillas para ver al otro lado del tiempo. Lo que se ama es rescatado de la duración y pasa a la vida eterna.
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Antes creía que las personas que más hablaban de Dios eran las que más fe tenían. Ahora sé que la fe no es una propiedad, ni puede hablarse. La fe sin obras es ideología, pensamientos parecidos a leones desdentados. Ayer una nonagenaria, mi abuela materna, vio una fotografía en la que ella y mi abuelo, siendo adolescentes, se miran arrobados. Enseguida se sonrojó y miró a mi abuelo de soslayo con la misma expresión que la joven de la foto, como si no hubieran pasado setenta años. Santo Tomás de Aquino escribió cerca de tres mil páginas para demostrar a Dios y sólo balbuceó lo que el rostro de mi abuela dijo en ese instante rotundamente.
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Hay acontecimientos que tambalean nuestro sentido común. Misterios. Y los misterios no pueden reducirse a una parábola, encerrarse en la jaula de la lógica. Un misterio es un terreno en el que uno se descalza y se arrodilla."
LA ULTIMA ROSA de Jesús Montiel
Ed. Pre-Textos