domingo, 30 de enero de 2022

Una Canción

 


 "Con el paso del tiempo, casi sin darme cuenta, me he ido liberando de mis viejos complejos y he empezado a apreciar lo que la medicina y la poesía han podido aportarse en mí mutuamente. Al margen de lo que la formación científica, por su esencial objetividad, pueda añadir de rigor a la escritura ("Esa es la ocupación del poeta. No hablar en vagas categorías, sino escribir de lo particular, como trabaja un médico, sobre un paciente, sobre la cosa delante de él", escribe William Carlos Williams, médico también, en su Autobiografía), quizá mi relación diaria con el dolor y la enfermedad estén en la raíz de una poesía que para mí ha sido siempre un lugar de acogida y de resistencia. La materia de la poesía es, sin duda, la propia experiencia, y ésta, en mi caso, ha tenido que nutrirse forzosamente de mi relación directa con la curación y el sufrimiento. De manera recíproca, es posible que la poesía, a su vez, haya podido moldear de alguna forma, con ese espíritu de aceptación y comprensión del que hablaba Torga, y por esa función social indirecta que tiene el arte, esa misión honrada y fructífera de hacer verdaderamente fuertes a los hombres, como decía Juan Ramón, mi relación con los enfermos.

 "La medicina y el arte parten del mismo tronco", reconoce Andrzej Szczeklik, escritor y médico humanista polaco, en palabras recogidas oportunamente por el poeta Martín Lopez-Vega. "Ambos tienen origen en la magia, un sistema basado en la omnipotencia de la palabra. Una fórmula mágica, debidamente pronunciada, trae la salud o la muerte, la lluvia o la sequía, evoca los espíritus y revela el porvenir".

 Pero no es con esa magia con la que quiero ahora quedarme. Ni siquiera con esa dignidad que la muerte parece conferirnos a los médicos, como nos recuerda Hans Keilson, médico y novelista alemán que se inició en la escritura más que por ambición literaria por la necesidad de empezar a definir su tristeza, sino con una imagen: la del poeta Luis Pimentel sentado con su bata profesional en su consulta gallega de paredes lustrosas, escribiendo alguno de sus poemas secretos en el reverso del papel de las recetas. Y me emociona esta imagen -que en realidad no existe, aunque sin duda es verdadera- por la misma razón por la que a Muñoz Molina le emociona una fotografía antigua de Primo Levi en la que aparece en su laboratorio con su mandil de químico. Para ambos la profesión es un antídoto contra las sinrazones e impiedad de nuestra naturaleza, pero también lo es contra las vaguedades de la literatura y contra las tentaciones gremiales del oficio de escritor. 

 Atezado de rostro, cenceño, pesimista, rodeado de vitrinas con preparados farmacéuticos y material quirúrgico, su escritura parece acompañarlo en esa especie de transtierro interior al que lo han conducido sus simpatías republicanas en los primeros años del franquismo. Lo asiste en esa suerte de sentimentalismo de provincias en el que se guarece para afrontar a solas, como también lo hace en el retiro amurallado en el que vive, las inseguridades de la época y las atormentadas obsesiones de su existencia. Poesía sobria y sincera como los tratamientos que también prescribe en tinta roja a los pacientes que acuden en su ayuda. A él, precisamente, el más necesitado y el más frágil de los hombres, ese ser vulnerable que se desplaza a su trabajo por la ciudad pequeña (...), con el susto en el alma, con ese miedo humano "del que a cada instante se despierta entre maravillas; pero, además, tiene diariamente en sus manos el dolor físico de los otros, como un pájaro palpitante".

  León Felipe, en su versión del Canto a mí mismo de Walt Whitman, publicada en Buenos Aires en 1941, y soslayando, entre otras, sus ocupaciones como empleado del gobierno y enfermero voluntario durante la guerra civil estadounidense, lo introducía con estos versos.


                              Ni tiene otro título ni rótulo a la puerta.                                                                  No es doctor,                                                                                                          ni reverendo,                                                                                                          ni maese...                                                                                                              No es un misionero tampoco.                                                                                No viene a impartir catecismos ni reglamentos,                                                    ni a colgarle a nadie una cruz en la solapa.                                                            Ni a juzgar;                                                                                                              ni a premiar,                                                                                                            ni a castigar.                                                                                                            Viene sencillamente a cantar una canción.


 ¿Qué poeta, como Walt Whitman, podría permitirse, inmerso en su solo canto, permanecer al margen de las acechanzas de su época?".


                       LA CREACION DEL SENTIDO. Basilio Sánchez.

                                                 Pre-Textos. Narrativa



domingo, 2 de enero de 2022

Dance, dance, dance, dance, dance, dance, dance.........



https://elpais.com/sociedad/2021-12-17/votamos-el-cortometraje-nominado-a-los-goya-que-pone-la-salud-mental-sobre-la-mesa.html


 "Mantente erguido y sonríe", dice Lanza del Vasto en estas páginas que leo en el dispensario de la Escuela de Reactores a donde me han destinado contra mi voluntad como soldado de reemplazo. Un libro cuya lectura me reclama vigilancia y aliento, presencia y contención, que tiene como discurso único el silencio. Cosas simples y claras y de toda evidencia que se comprenden sin saber porque me hablan con mis mismas palabras, porque siguen, como si fuera el mío, mi propio pensamiento.

 "Mantente erguido y sonríe", repite como un mantra hasta hacer de esta frase un distintivo, la divisa del arca que me mantiene a flote bajo la acometida del Diluvio. Una jaculatoria que resuena en el aire y que me digo a mí mismo como instándome a la perseverancia, a oponer resistencia al oleaje y a los vientos, a las vicisitudes de esta vida que otro que no soy yo, que es diferente a mí, está viviendo ahora.

 "Mantente erguido y sonríe", insiste como en los manuales infantiles de las buenas costumbres. Como se invita a los adultos a asumir sus deberes con sus contemporáneos y a explorar los misterios de su propia existencia, a cruzar el umbral.

 "Mantente erguido y sonríe", dice Lanza del Vasto como si retornara a la evidencia en este libro que, en medio de estos días en que vivo escindido, que contemplo entre bastidores con la serenidad y la distancia de un actor consumado, constituye mi única riqueza.

 "Mantente erguido y sonríe", me repito a mí mismo como si fuera el alimento con que los comulgantes se aseguran su salvación eterna. "Mantente erguido y sonríe", mientras escribo a mano, en la cuartilla con el membrete de la Base, algunos versos que van surgiendo solos, sin otras pretensiones que las de acompañarme y mantenerme, frente a las rendiciones del carácter, sonriente y erguido:

     "En esta hora de luz arrodillada, de mártir claridad enrojecida. En este instante en que el silencio cae bajo el único sonido de mis botas que en pausada cadencia enamorada van llamando a las puertas ocultas de la noche. En el lento navegar del caminante, lento deshojar la tierra enmudecida, lento recorrer mi soledad distante y sola. Cuando es ella, la noche, su frente ensortijada, su musgo centinela. su mano descendida hasta mi mano, la que mueve mis pies en la distancia"

 "Mantente erguido y sonríe", dice en clave iniciática Giuseppe Lanza del Vasto, al que ahora estoy leyendo, como todas las noches, con la solicitud de los conversos.

 "Mantente erguido y sonríe", dice Lanza del Vasto reuniendo en una misma espiritualidad a Oriente y a Occidente, lo alto con lo bajo, lo de adentro con lo que estaba afuera; aglutinando los diferentes planos de la vida en uno sólo que los concierne a todos.

 Y hazlo en cualquier momento, continúa insistiéndome: en la tormenta y en la bonanza, ante quienes te agradan y ante quienes te repugnan. También cuando estés solo y en tu alto silencio, porque el que sabe mantener, ante todo y contra todos, la rectitud y la benevolencia, es un santo, un niño para                toda la eternidad".


                         LA CREACION DEL SENTIDO. Basilio Sanchez

                                             Ed. Pre-Textos. Narrativa


   "Velad por no estar atados a una creencia concreta que             niegue las demás, pues os veréis privados de un bien              inmenso (...). Dios es demasiado grande para estar                    encerrado en un credo con exclusión de los otros" 

                                  Ibn Arabi (S. XII)