sábado, 29 de abril de 2023

Elisabeth Kübler-Ross

 



 El encuentro de ayer me trajo de nuevo a EKR. La primera autora que descubrí en mi adolescencia, gracias a la intermediación de mi madre (¡la presencia siempre de las madres...para bien y para mal!), en cuyos libros y experiencias pude encontrar la respuesta a muchas inquietudes en relación a la muerte. Ella fue la primera señal del camino que recorro hoy. En aquella época creía que cuando consiguiese emular la labor que ella comenzó en los años sesenta (del siglo anterior), estallarían fuegos artificiales; o, quizás, una "señal del cielo" me indicaría que por fin había llegado al final del camino. Pero no, nunca hay fuegos artificiales, solo camino...

   "Morir es difícil, y también lo es ser médico: presenciar cada día el sufrimiento y la finitud, y tomar conciencia una y otra vez de los límites de la ciencia y de la propia habilidad. Cuando el paciente terminal conoce a su médico, ambos individuos inician una de las tareas más difíciles que deberán afrontar. El médico tiene una responsabilidad profesional clara, pero que se superpone de manera incómoda con las tareas existenciales de buscar afecto y sentido ante el sufrimiento y la muerte, que son comunes a todas las personas y para las cuales el médico no tiene una especial aptitud. Es un trabajo que tiene lugar "en las profundidades del cuerpo, donde hay una superposición, una piel compartida entre lo físico y lo metafísico" (J. Berger y M. Trivier, My beautiful). (...) No es un ángel; es un médico, que intenta y falla, pero tanto el intento como la caída son partes esenciales de su trabajo, y es la insuficiencia la que contiene la infinitud de lo humano"- Dra. Iona Heath.


                                                             RSB 

 

Artículo de opinión que encontré entre las páginas de un libro de EKR editado en el periódico El Mundo el 28 de Agosto de 2004 en la sección de Obituarios.

"La Psicóloga (Psiquiatra) mística de la muerte"

 Pánico-negación-depresión-pacto-aceptación. El director de cine Bob Fosse utilizó hasta la saciedad esta secuencia en su trágica película autobiográfica "Comienza el espectáculo" (All That Jazz), pero la patente pertenece a Elisabeth Kübler-Ross, "la psicóloga (psiquiatra) de la muerte", que murió el miércoles en Phoenix tras experimentar en sus propias carnes una larga batalla contra la enfermedad. Aunque "para ella, la muerte era simplemente una reválida", según dijo su hijo al anunciar el deceso.

 Kübler-Ross saltó a la fama mundial en 1969, con la publicación de "Sobre la muerte y el morir". Nacida y educada en Suiza, aplicaba en ese libro las enseñanzas de 11 años de trato diario con moribundos en los hospitales de EE.UU.

 Todo empezó en 1958, cuando Kübler-Ross, recién licenciada en Medicina por la Universidad de Zúrich, entró como ayudante en el Hospital de Glen Clove, en las afueras de Nueva York. Allí se sintió "horrorizada" por el tratamiento que recibían los enfermos incurables. "Eran recluidos y se abusaba de ellos, nadie era honesto tratándolos", recordaría más tarde, llegando a comparar el tratamiento que recibían los enfermos terminales con el de los campos de concentración, a cuyos supervivientes había ayudado tras la II Guerra Mundial. Así que empezó a hablar con los desahuciados.

 El resultado de esa actividad fueron 22 libros, el más famoso de ellos "Abouth Death and Dying". En ellos, Kübler-Ross analiza los procesos mentales y psicológicos que experimentan las personas al morir, y también los familiares de los fallecidos. Sus libros plantean fórmulas para superar la pérdida y asumir un destino inevitable. Esta familiaridad con la muerte, paradójicamente, convirtió a Kübler-Ross en una fanática de la vida. Toda su obra constituye una exaltación vital rotunda. Tal vez porque, como dijo en 1995, "la muerte sólo depende de cómo hayas vivido. Si has tenido una vida plena, entonces no sientes pena, porque lo has hecho lo mejor que has podido". Según explica en su libro principal, "morir se convierte en algo impersonal y solitario porque la persona es sacada de su ambiente familiar e internada en una habitación de urgencias en un hospital". Sus críticos la acusaron de simplificar la cuestión, pero ella, coherentemente, creó sistemas asistenciales para que los enfermos pudieran morir en casa.

 La vida de Kübler-Ross estuvo marcada por la muerte desde el principio. Su supervivencia al nacer fue un milagro: nació pesando 900 gramos, y a los cinco años sufrió una neumonía que la encerró varias semanas en una habitación aislada de un hospital.

 El otro rasgo de Kúbler-Ross fue la rebeldía. Se opuso a los deseos de su padre de ser secretaria, escapó de casa con 16 años y atendió a refugiados que huían del nazismo durante la II Guerra Mundial. Su carácter autodidacta y heterodoxo le hicieron chocar sistemáticamente con las autoridades de las universidades con las que colaboró. A partir de los 70 desarrolló una progresiva tendencia al misticismo que la convirtió en una figura controvertida. Fue entonces cuando su marido, Emanuel Ross, un neurólogo con el que se había casado en 1957, se divorció de ella y logró obtener la custodia de los dos hijos del matrimonio ante "los crecientes desvaríos de su esposa"  (el entrecomillado es mío). Ella llevaba varios años parcialmente inmovilizada por una serie de embolias, pero no perdió su interés por la muerte. "Ayer me quejé a Dios y le dije que es uno de esos que siempre dejan las cosas para mañana", comentó recientemente sobre la demora de su propia muerte.

Elisabeth Kübler-Ross, médico y escritora suiza, falleció en Phoenix (EEUU) el 24 de Agosto de 2004 a los 78 años.


https://palliativecare.org.au/story/palliative-matters-life-after-death-dying-how-ken-ross-is-keeping-his-mothers-legacy-alive/

https://www.espaciosanitario.com/opinion/el-mirador/contrasenas-del-buen-medico_1257604_102.html


viernes, 28 de abril de 2023

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                                               Pintura de Leonora Carrington


  Cuando era adolescente se me conocía en el barrio como "la del chandal" o "la del libro". Me resultaba en ese momento insultante que por practicar deporte y disfrutar de la lectura te bautizasen con un mote tan poco original y sugerente. Con esos motes tan prosaicos, ¿qué podía esperar de la vida?. Afortunadamente, como ya he escrito en otras entradas de este blog, la vida siempre tiene la capacidad de sorprenderte más allá de la poca imaginación y visión de los que te rodean.

 Hoy hablaba sobre la muerte con un parroquiano del pueblo ya entrado          en años, mientras comíamos en el mismo restaurante en diferentes mesas,        a colación del libro que estaba leyendo y que se encontraba en ese momento junto a mi plato: "Ayudar a morir" de Iona Heath. Entre otras cosas me decía, yo lo único que pido antes de que venga a recogerme (siempre parece que estamos pidiendo un último deseo cuya realización nos permitirá finalmente alcanzar esa felicidad tan esquiva y deseada) es sentirme amado sin necesidad de preguntar y poder amar sin tener que demostrar. ¡Uf, pensé, no pide nada el amigo!. ¡Y se lo dice a una que se ha pasado toda la vida sin preguntar porque sabe que las palabras dichas por la gran mayoría de los humanos se las lleva el viento, y que se ha movido desde el lema "a morir por Dios y por la patria" en todas y cada una de sus relaciones! -lo que es bueno para algunas cosas es malo para otras-. En ese momento, releía este fragmento escrito por Iona Heath en la página 15: "Escribo para encontrar mi camino. Me guío por palabras; las de mis pacientes y las de mis amigos, así como las de escritores cuyo talento extraordinario nos enseña cómo funcionan las palabras y la capacidad que tienen de contener y comunicar significado y de hacernos sentir menos solos"

 Y aunque ambos nos encontrábamos muy alejados en edad y en nuestra forma diferente de amar, seguramente compartir "significados" nos hizo sentir, por lo menos a mí, menos solos y quizás...algo más amados.


                                                             RSB

                            

   "Lo abstracto está lleno de temor; el detalle de lo singular permite                                              manejar ese temor"


jueves, 13 de abril de 2023

Step By Step - El Duelo

 



 "Eso es lo que hizo Marie Curie cuando le trajeron el cadáver de Pierre: encerrarse en el mutismo, en el silencio, en una aparente, pétrea frialdad. Llevaban once años casados y tenían dos hijas, la menor de catorce meses. Pierre había salido esa mañana como siempre camino del trabajo; tuvo una comida con colegas y, al volver al laboratorio, resbaló y cayó delante de un pesado carro de transporte de mercancías. Los caballos lo sortearon, pero una rueda trasera le reventó el cráneo. Falleció en el acto.

  Entro en salón. Me dicen: "Ha muerto". ¿Acaso puede una comprender tales palabras?. Pierre ha muerto, él, a quien sin embargo había visto marcharse por la mañana, él, a quien esperaba estrechar entre mis brazos esa tarde, ya solo lo volveré a ver muerto y se acabó, para siempre.

 Siempre, nunca, palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos pequeñas criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo. ¿No jugaste, en la niñez, a intentar imaginar la eternidad?¿La infinitud desplegándose delante de ti como una cinta azul mareante e interminable?. Eso es lo primero que te golpea en un duelo: la incapacidad de pensarlo y de admitirlo. Simplemente la idea no te cabe en la cabeza. ¿Pero cómo es posible que no esté?. Esa persona que tanto espacio ocupaba en el mundo, ¿dónde se ha metido?. El cerebro no puede comprender que haya desaparecido para siempre. ¿Y qué demonios es siempre?. Es un concepto inhumano. Quiero decir que está fuera de nuestra posibilidad de entendimiento. Pero cómo, ¿no voy a verlo más?¿Ni hoy, ni mañana, ni pasado, ni dentro de un año?. Es una realidad inconcebible que la mente rechaza: no verlo nunca más es un mal chiste, una idea ridícula.

 A veces tengo la idea ridícula de que todo esto es una ilusión y que vas a volver. ¿No tuve ayer, al oír cerrarse la puerta, la idea absurda de que era tú?.

(...) Lo cuenta muy bien Ursula K. Le Guin en un desnudo poema titulado "On Hemlock Street":

 I see broad shoulders, a silver head, and I think: John!. And I think: dead.

(...) Casi dos meses después de la muerte de Pierre, el día antes de que la hermana de Marie, Bronya, regresara a Polonia, Madame Curie le pidió que la acompañara a su dormitorio y, tras cerrar cuidadosamente la puerta, sacó del armario un gran bulto envuelto en papel impermeable: era el gurruño de las ropas de Pierre, con coágulos de sangre y grumos de cerebro pegoteados. Había guardado secretamente esa porquería junto a ella. "Tienes que ayudarme a hacer esto", imploró a Bronya. Y comenzó a cortar el tejido con unas tijeras y a arrojar los pedazos al fuego. Pero cuando llegó a los restos de sustancia orgánica no pudo seguir: se puso a besarlos y a acariciarlos ante el horror de la hermana, que le arrancó la ropa de las manos y acabó con la lúgubre tarea. El sufrimiento agudo es como un rapto de locura. Por fuera, Marie sorprendió por su contención emocional: "Esa helada, calmada, enlutada mujer, la autómata en la que se había convertido Marie", dice su hija Eve. Pero, por dentro, ardía la demencia pura de la pena.

 Yo nunca llegué a eso, desde luego; al contrario, quise "portarme bien" en mi duelo y agarré el hacha: me deshice inmediatamente de toda su ropa, guardé bajo llave sus pertenencias, mandé tapizar su sillón preferido, aquel en el que siempre se sentaba. Me pasé de tajante. Cuando llegó el tapicero para llevarse su sillón, me senté en él desesperada. Quería disfrutar de su olor adherido a la tela, de la antigua huella de su cuerpo. Me arrepentí de haber llamado al operario, pero no tuve el coraje o la convicción suficiente para decirle que ya no quería hacerlo. Se llevó el sillón. Aquí lo tengo ahora, recubierto de un alegre y banal tejido a rayas. Jamás he vuelto a usarlo.

 "Portarse bien" en el duelo. #HacerLoQueSeDebe. Vivimos tan enajenados de la muerte que no sabemos cómo actuar. Tenemos un lío enorme en la cabeza. A mí me sucedió que tomé mi duelo como una enfermedad de la que había que curarse cuanto antes. Creo que es un error bastante común, porque en nuestra sociedad la muerte es vista como una anomalía  y el duelo, como una patología: "Hablamos constantemente de muertes evitables, como si la muerte pudiere prevenirse, en vez de posponerse", dice la doctora Iona Heath en su libro Ayudar a morir. Y Thomas Lynch, ese curioso escritor norteamericano que lleva treinta años siendo director de una funeraria, explica en El enterrador: "Siempre estamos muriendo de fallas, anomalías, insuficiencias, disfunciones, paros, accidentes. Son crónicos o agudos. El lenguaje de los certificados de defunción es como el lenguaje de la debilidad. De la misma manera, se dirá que la señora Hornsby, en su pena, está derrumbada, destrozada o hecha pedazos, como si hubiera algo estructuralmente incorrecto en ella. Es como si la muerte y el dolor no formaran parte del Orden de la Cosas, como si el fallo cardiopulmonar de Milo y el llanto de su viuda fueran, o debieran ser, fuente de vergüenza".

Y, en efecto, yo no quería sentirme avergonzada por mi dolor. Soy de ese tipo de personas que siempre intentan #HacerLoQueSeDebe, por eso saqué tantas matrículas de honor en el instituto. Así que procuré plegarme a lo que creía que la sociedad esperaba de mí tras la muerte de Pablo. En los primero días, la gente te dice: "Llora, llora, es muy bueno", y es como si dijeran: "Ese absceso hay que rajarlo y apretarlo para que salga el pus". Y precisamente en los primeros momentos es cuando menos ganas tienes de llorar, porque estás en el shock, extenuada y fuera del mundo. Pero después, enseguida, muy pronto, justo cuando tú estás empezando a encontrar el caudal aparentemente inagotable de tu llanto, el entorno se pone a reclamarte un esfuerzo de vitalidad y de optimismo, de esperanza hacia el futuro, de recuperación de tu pena. Porque se dice precisamente así: Fulano aún no se ha recuperado de la muerte de Mengana. Como si se tratara de una hepatitis (pero no te recuperas nunca, ése es el error: uno no se recupera, uno se reinventa).

 (...) Con esto no quiero decir que los deudos tengan que pasarse años vestidos de luto, encerrados en sus casas y sollozando de la mañana a la noche, como antaño se hacía. Oh, no, el duelo y la vida no tienen nada que ver con eso. De hecho, la vida es tan tenaz, tan bella, tan poderosa, que incluso desde los primeros momentos de la pena te permite gozar de instantes de alegría: el deleite de una tarde hermosa, una risa, una música, la complicidad con un amigo. Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza. Pero, al mismo tiempo, la pena también sigue su curso. Y eso es lo que nuestra sociedad no maneja bien: escondemos o prohibimos tácitamente el sufrimiento."



LA RIDICULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE

Rosa Montero

Ed Seix Barral


domingo, 2 de abril de 2023

Ryuichi Sakamoto

 



 La música de una época define el Alma de una generación. Con Ryuichi Sakamoto se va una forma de amar. Gracias por acompañarme durante tantos años, tantas experiencias y tantos encuentros y desencuentros. 

 Buen camino...en él nos reencontraremos.

                                                               RSB