lunes, 19 de diciembre de 2022

Mi Credo - Sigue siendo Hoy


                                       En Casa. 2022. Cascada sin agua. Pirineos
                                                           Foto de LACS 
                                                       

    http://lasgemelasfrancis.blogspot.com/2012/12/mi-credo.html


             "Todos ven lo que pareces, pocos sienten lo que eres" 

                                         Nicolás Maquiavelo


martes, 6 de diciembre de 2022

El País de los Sueños

 



"La mayoría de la gente tiene un concepto de la buena y la mala suerte bastante equivocado o, cuando menos, sesgado. La repetición del error como dogma puede llegar a convencernos de que tenemos mala suerte o de que somos tremendamente afortunados solo porque desconocemos las demás opciones.

 Se podían contar con los dedos de una mano las veces, hasta donde alcanzaba la memoria, que había caído una gran nevada en Bilbao. Al estar al nivel del mar Cantábrico, era tierra de abundantes lluvias que en minutos deshacían los escasos copos que llegaban a cuajar. Pero el día en que nació Edurne todo salió mal. Cayó sobre la ciudad una de esas históricas nevadas que paralizaban la vida cotidiana durante un par de días. Sus padres solían contarlo como una anécdota el día de su cumpleaños y en las comidas familiares. El ayuntamiento no tenía quitanieves ni sal; los autobuses no llevaban cadenas y los pocos taxis que daban servicio estaban rifados. Por suerte vivían entonces a dos kilómetros escasos de la clínica donde debía nacer. Cuando su madre se puso de parto, de madrugada, y en medio de la nevada, condujeron el coche familiar hasta que los neumáticos patinaron y se salieron de la calzada dando contra la marquesina de una parada de autobús. No sufrieron ningún daño, pero el vehículo quedó trabado allí. Hicieron a pie el último kilómetro y cuando entraron a urgencias aquello estaba desierto. Apenas media docena de enfermeras y un médico de medicina general que habían llegado a trabajar el día anterior y aún no habían regresado a sus casas. Avisaron al ginecólogo, por supuesto, pero sus caras denotaban que no llegaría a tiempo. Cuando el parto fue inminente, comprobaron alarmados que el bebé venía de nalgas. En aquellos tiempos no se conocía el sexo de la criatura hasta el momento del alumbramiento, y aunque jamás se lo habían confesado, albergaban la esperanza de que fuera un niño. La madre de Edurne recordaba el nerviosismo de las enfermeras y la cara de circunstancias del médico mientras ella, primeriza y aterrada, lloraba llamando a su madre, y su marido se fumaba dos cajetillas de cigarrillos en la sala de espera. Un parto terrible, largo y agónico, que, sin embargo, dio como resultado una bebé sana, pálida y pelirroja como una princesa escocesa, y un montón de puntos de sutura. La llamaron Edurne en conmemoración de aquel día.

  "Qué le vamos a hacer, no llegaste con buena suerte, hija."

 Y así fue contada su historia durante toda su vida, sin saber que aquella niña llevaba la buena estrella grabada en la frente.
 Porque las caras de circunstancias de las enfermeras cuando llamaron al ginecólogo no eran debido solo a las dificultades meteorológicas. El ginecólogo, aturdido y confuso, contestó a la llamada y hasta se subió a su coche para trasladarse hasta el hospital. Amaneció dormido en su interior cuando el intenso frío lo despertó horas después de que Edurne hubiera llegado al mundo. Se rumoreaba desde hacía tiempo que el doctor usaba más fármacos para él mismo que para sus pacientes. Tres meses más tarde fue despedido tras dos episodios abominables: en el primero, dejó caer al suelo a un bebé durante el parto; en el segundo, una madre y su criatura perecieron por su mala praxis al presentarse en el quirófano totalmente colocado. No trascendió, hubiera sido mala publicidad para la clínica. 
 Aquel 26 de agosto de 1983, resguardada bajo la cornisa del cine Trueba, Edurne esperó y esperó, observando asombrada cómo la cantidad de agua que bajaba por Colón de Larreátegui se iba transformando de corriente a regato y, por momentos, en un auténtico arroyo. Durante algo más de media hora, mantuvo la esperanza de que John ("el asesino en serie de la historia") llegase. Después siguió allí porque no se veía capaz de cruzar y bajar la calle Ripa hacia el puente.
 Los padres de Edurne, que se encontraban pasando unos días en la costa cántabra, señalarían aquel 26 de agosto como otro día fatídico en sus vidas, porque su negocio, una de las mejores zapaterías del Casco Viejo, fue uno de los primeros locales en inundarse: se echó a perder toda la mercancía de la tienda y el gran almacén contiguo.
 Y así fue como la familia de Edurne siguió cultivando la absurda idea de que tenían mala suerte, sin saber que, por segunda vez, una tormenta los había salvado de un destino infinitamente peor."


                        ESPERANDO AL DILUVIO de Dolores Redondo

                                                          Ed. Destino