martes, 26 de enero de 2016

Inocente / Ingenuo


 Inocente.
 (del latín innocens, -entis)

 1. Libre de culpa.
 4. Que no daña, que no es nocivo.


 Ingenuo.
 (del latín ingenuus)

 1. Candoroso, sin doblez.


 Dos palabras aparentemente iguales pero muy diferentes. Y aunque corra el riesgo de repetirme por enésima vez 
creo importante volver a remarcar la diferencia. 

 La vida, quieras o no quieras, te guste o no te guste, 
te conduce a la sabiduría. Uno puede nacer sabio en cierta forma pero el solo hecho de encontrarte aquí y ahora 
-en este cuerpo- te conduce, irremediablemente, 
la sabiduría en otra. La sabiduría no es incompatible con la inocencia -más bien todo lo contrario-. Un verdadero sabio es un ser inocente. Pero sí es incompatible con la ingenuidad. Y aunque en el diccionario de la Real Academia Española no lo especifiquen así, la ingenuidad desencadena dolor no solo en quien la porta como bandera más allá de lo natural
con artificiotambién en quien la tolera y la sufre más allá de 
lo humanamente posible.

 Me sigue resultando sorprendente que me siga sorprendiendo oír a los que se esconden tras el burladero gritar desde su segura distancia cómo se debe ejecutar una "verónica" con maestría . Pero puede ser que la cuestión no sea plantear el cómo ni el cuándo sino el por qué y el para qué. ¿Alivia o no alivia?. ¿Quiero que alivie o "necesito" sentir todavía su peso sobre mis hombros, mi corazón...sobre mi Alma?.

 Doy fe en mi persona y en mi día a día de estas sencillas palabras de Luis Rojas Marcos:

 "Nadie abandona este mundo sin antes haber afrontado, por término medio, dos serias adversidades que ponen a prueba su equilibrio biológico y emocional, conmocionan su seguridad, sacuden su sentido de futuro e incluso amenazan su vida.
 Pero no perdamos de vista que, en los asuntos humanos, vencer a la adversidad no es la excepción, sino la regla.

 Una cosa es descubrir aspectos favorables de uno mismo que contribuyeron a vencer la adversidad, y otra considerar deseable la desgracia en cuestión o el sufrimiento que ésta provoca. Muchos de los que descubren cualidades nuevas y experimentan cambios positivos en sus vidas como resultado de una experiencia traumática no dudarían un segundo en canjear todas esas transformaciones favorables por recobrar lo que perdieron.

 Los afligidos por la adversidad que optan por sacar el "pasaporte de víctima temporal" se recuperan antes que quienes se aferran a la nacionalidad de "víctima perpetua". La identidad de víctima permanente es traicionera, pues a menudo nos seduce con derechos o prebendas especiales, pero también nos roba la confianza que necesitamos para superar el trauma. Constituye un pesado lastre que nos debilita y nos mantiene esclavos del miedo o del ajuste de cuentas.

 Si bien todas las formas de violencia marcan a la humanidad con cicatrices indelebles, la violencia más nefasta es la mutilación del espíritu de un niño. Hace florecer la desesperanza y el odio, y socava en las criaturas los principios vitales de la confianza, la compasión hacia el sufrimiento ajeno y la dignidad humana.

 Hay experiencias abrumadoras que dañan el talante más positivo. Suelen ser experiencias aterradoras muy duras que trastocan las premisas básicas sobre las que se sostienen las relaciones humanas, la confianza y el orden del mundo.
 Todos tenemos un límite para el número de calamidades que podemos soportar sin perder nuestro equilibrio emocional.

 Quienes han tomado la decisión razonada y serena de suicidarse entran en un túnel impenetrable, donde los argumentos más sensatos a favor de la vida parecen triviales y absurdos. Su propia sentencia de muerte es inamovible, obsesiva e inexorable. 
 No obstante, si leemos las notas que dejan atrás quienes se quitan la vida, se hace evidente que unos aspiran a hacer realidad fantasías de reunión con algún ser querido ya muerto, otros buscan saciar sus deseos de venganza y muchos ansían alivio. Pero todos tienen algo en común: anhelan volver a existir de alguna forma.

 Tendemos a minimizar la bondad humana porque tanto la historia como los medios de comunicación destacan principalmente 
los sucesos desagradables o violentos, y rara vez consideran 
la compasión y la generosidad dignas de mención. El motivo es 
la simple fórmula de que a más alta probabilidad de que algo ocurra, menos valor posee como noticia.

 La memoria de los traumas es como un barrio peligroso: mejor 
no ir allí solos.

 Sea cual sea el trauma vivido, todos necesitamos transformar la experiencia en una historia para poder contárnosla a nosotros mismos y a los demás. Tanto si el relato que construimos se ajusta a los hechos como si se basa en fantasías, este proceso es inevitable. Va a ser una historia subjetiva y personal, pero, a fin de cuentas, será nuestra propia historia." 

-mítica-
                                
 Será nuestra propia sabiduría.


 RSB



       El viento no puede vencer a un árbol con fuertes raíces.