martes, 18 de junio de 2019

La Maga del Surrealismo


Pinturas de Remedios Varo






 "Mi posición era la de tímida y humilde oyente; no tenía la edad ni el aplomo para enfrentarme a ellos...; yo estaba con la boca abierta dentro de ese grupo de personas brillantes y dotadas (...). Hoy no pertenezco a ningún grupo; 
pinto lo que se me ocurre y se acabó" - Remedios Varo




 Esta mañana por un momento detuve mi acostumbrado rápido caminar por el hospital para leer un cartel que ocupaba toda una pared de la planta de
Cirugía Cardíaca.   

"Nuestra recompensa es la satisfacción y el bienestar de los pacientes"

 Así rezaba el encabezado del cartel. A alguien se le había ocurrido reunir varias cartas de felicitación al buen hacer del personal de la planta. La verdad es que me emocionó leer algunas frases dichas desde ese lugar verdadero, directo y generoso en el que te coloca el agradecimiento sincero; aunque,
a continuación, y sin solución de continuidad, otra voz en mí también pensó que sería interesante y hasta "divertido" poder leer un póster, justo al lado del otro, de las quejas o denuncias escritas por aquellos familiares y pacientes no tan contentos con nuestro no siempre buen hacer o, quizás, sí buen hacer, pero no dentro de las expectativas generadas. Hablaría no solo acerca del que escribe, también de lo que se espera y no se recibe. Pero no fue solo eso en lo que me detuve a meditar...también me fijé en que cuando agradecían el trabajo de un médico escribían "al Dr Fulanito de Tal" con nombre y apellidos pero cuando era el de una enfermera (*), una auxiliar, un celador o el personal de limpieza entonces no había nombres y apellidos era un agradecimiento "al personal de". Un ente grupal y abstracto. Me hizo gracia. Me hizo gracia que en un mundo en el que parece tan importante figurar para pasar a la posteridad, "llevarse el gato al agua" o descubrir la propia identidad y algo de autoestima, unos cuantos nos hayamos puesto de acuerdo para hacer algo medianamente "en condiciones" sin necesidad de protagonismo alguno. Puede que alguno quizás se haya sentido poco reconocido. No es mi caso. Porque creo que más allá de pertencer a un grupo para encontrar lo que aún no se ha conseguido desarrollar por sí mismo o rechazar el grupo para vivir y experimentar la propia individualidad, existe otra realidad que es la de regresar sabiendo ya quién es quién.


(*) Me disculpen l@s amantes del doblete de género en los nombres. Para mi gusto es algo agotador (y mira que lo he intentado) así que lo escribo según me sale o según sea el género dominante a día de hoy. 
Seguramente en algunos casos ellos serán los perjudicados y en otros, lo serán ellas. 



                                                             RSB



 "En esos primeros días de lo que se vendría a llamar el nacimiento de la tanatología, o estudio de la muerte, mi mejor maestra fue una mujer negra del personal de limpieza. No recuerdo su nombre, pero la veía con regularidad por los pasillos, tanto de día como de noche, según nuestros respectivos turnos. 
Lo que me llamó la atención en ella fue el efecto que tenía en muchos de los pacientes más graves. Cada vez que ella salía de sus habitaciones, yo notaba una diferencia palpable en la actitud de esos enfermos.
 Desee conocer su secreto. Muerta de curiosidad, literalmente espiaba a esa mujer que ni siquiera había terminado sus estudios secundarios, pero que conocía un gran secreto.
 Un día se cruzaron nuestros caminos en el pasillo. De pronto me dije lo que solía decir a mis alumnos: "Por el amor de Dios, si tienes una pregunta, hazla". Haciendo acopio de todo mi valor, caminé decidida hacia ella, de manera algo agresiva tal vez, lo cual de seguro la sobresaltó (...) me contestó como si hubiese leído mis pensamientos:

      -Verá, la muerte no es una desconocida para mí. Es una vieja, vieja conocida.


   Me sentí como la alumna ante la maestra.


      -Ya no le tengo miedo - continuó en su tono tranquilo y franco. A veces entro en las habitaciones de esos enfermos y veo que están petrificados de miedo y no tienen a nadie con quien hablar. Me acerco a ellos. A veces incluso les toco la mano y les digo que no se preocupen, que no es tan terrible.


   Después se quedó en silencio."



                    LA RUEDA DE LA VIDA de Elisabeth Kübler-Ross