domingo, 27 de febrero de 2022

De vuelta al Paraíso

 




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 "Al Yannan esperaba en el umbral de su morada. Se acercaron avergonzados, pero él los recibió como un niño, alegre y nervioso, radiante, feliz. Atrapó a ambos en tal abrazo que rompieron a llorar, y conforme los apretaba y reconfortaba, crecía el llanto y las lágrimas brotaban como si el jardinero los estrujara. 

 -¡Lo habéis conseguido!-les decía mientras lo miraban sin entender-.              ¡Lo habéis conseguido!.

 Poco a poco, en torno a una taza de té, recobraron la calma y empezaron a escuchar las aclaraciones del jardinero, pero repetían una y otra vez:

 - ¡Lo hemos echado todo a perder!-Y no podían asimilar las felicitaciones del jardinero, que trataba de hacerles ver que lo que ellos consideraban un horrible pecado y un fracaso constituía en realidad un logro formidable. 

 Finalmente, el jardinero pudo hacerles entender que en la misma prohibición se hallaba depositada la semilla de la transgresión. Les confió, como un secreto, que en el primer jardín Dios había colocado la primera negación de un modo concienzudo, como uno de los más delicados elementos, para que los hombres y las mujeres encontraran un ancho camino de regreso a sí mismos.

 -¡Demasiados jardines se han perdido ya-les dijo-porque sus jardineros se instalaron en sus logros y olvidaron continuar probando y aprendiendo!. Se limitaron a acomodarse y seguir adelante. Vuestros compañeros en el Reino Perdido, los obedientes, los sumisos, están condenados a permanecer en esa estúpida beatitud, en la aparente perfección del jardín que los mantiene atrapados, ajenos a la realidad que palpita en el mundo exterior, a veces con aspecto terrible, a veces con la desnuda hermosura de lo verdadero. Algunos llevan allí toda una vida y ni siquiera se dan cuenta. Se vanaglorian de haber resistido a la tentación de Adán y, sin embargo, sólo despertarán cuando caigan en ella.

 -Pero os hemos traicionado...-gemía aún Sahar.

 -La lealtad es una virtud excelente (...). La única lealtad deseable es la lealtad a uno mismo. Pero tú, Sahar, y tú, Abdalah, cedisteis a la curiosidad, la rebeldía pudo más en vosotros que el sometimiento, y por esa misma transgresión os habéis hecho dignos sucesores de este jardín. Vuestro premio o vuestra condena, como prefiráis es, a partir de ahora, continuarlo. El Jardín de la Prueba lo llamamos nosotros, porque allí se confrontan la voluntad y el espíritu, y esa prueba, que casi todos consideran que consiste en resistir, sólo puede superarse cediendo. No conformándose, sino albergando el sueño de que es posible continuar más allá, conocer más y más a lo largo de un camino sin fin (...). Y en esa afirmación de uno mismo radica el primer paso real hacia la humanidad y la conciencia.

  (...)

 -Cuando los primeros humanos probaron el fruto del Arbol, aprendieron a soñar y a mirar dentro de ellos mismos. Pero al mismo tiempo olvidaron. Perdieron la capacidad de hablar y comprender a la Tierra y al resto de los seres vivos. Y hasta tal punto olvidaron comunicarse con los otros que creyeron que la suya era la única alma e inteligencia del mundo. Pero es justo ese recuerdo y esta comprensión lo que nos permite regresar y reconstruir desde sus cimientos el Paraíso en la Tierra. Es precisamente la renovación del Paraíso la que nos redime y coloca en perfecta paz, al pie del Arbol, con nosotros y con nuestro mundo. Así como el niño se hace adulto cuando aprende a reconocer y respetar a los otros y comprende el lugar que ocupa en su familia y en la sociedad, la especie humana madurará cuando haga lo propio con el resto de sus compañeros en este interminable viaje de la vida.

 El jardinero hizo una larga pausa antes de aseverar:

 -Sahar es ahora mi legítima sucesora, pues ella se sometió en primer lugar."


                      AL YANNAN, El jardinero de Ignacio Abella

                                              Ed. Almuzara