Cada vez que me topo con las trincheras de mis guerras, quien sabe si pasadas, siempre me invade un sentimiento de tristeza y pena. Por la vida derramada, por la pérdida y el sufrimiento, por la intensidad no disfrutada. Trato de evitarlas habitándome desde la pradera verde y húmeda que las circunda y rodea. A veces paso por encima de alguna sin darme cuenta. La tierra y el musgo han ocupado el lugar del sudor y la pena. Pero otras, en las que la mirada se desvía hacia el cielo azul y la ligereza de las aves que vuelan, caigo sin querer, de nuevo, en ellas, y vuelvo a sentir como quien yo...¿era?.
RSB