Soy un bebedor de té. Un amante, un amigo, un enamorado, atado por el corazón a esa bebida de sol y de lluvia, de montes y valles felices, de brumas y de nubes, de tierra y sudor humano, de sonrisa y libertad.
Porque el té restablece el equilibrio del hombre y le permite acceder a una grandeza que lo sorprende a él mismo. Triunfa sobre sus íntimas derrotas y suprime toda veleidad de renunciar a su propio destino.
El bebedor de té es
paciente
y exigente a la vez.
PEQUEÑO TRATADO DEL TE. Gilles Brochard