- Un aroma ligero, honesto. Natural, nada forzado. En cambio, otras rosas
parecen desteñidas e hinchadas.
- Ese destino le aguarda a todas las rosas, Señor.
- Continúe, madame.
- Todas las rosas están sujetas a los elementos. Brotan, florecen y
se marchitan. La rosa crece, inconsciente del proceso, cambiando
naturalmente de un estado a otro. Y aunque los elementos la traten con
crueldad ella no sabe de ello y continúa, hasta el final, sin emitir juicio
sobre su propia belleza.
- Si una rosa pudiese hablar, ¿qué diría?.
- Sí, estoy aquí, y rendí fiel servicio bajo los designios de la naturaleza; y
después de mí, mis hijas estarán. ¿Puede haber mayor contribución o más
noble fin?.
- ¿Y qué protección puede un jardinero ofrecerle a una rosa contra las
inclemencias de los elementos?.
- Paciencia, cuidado...y un poco de calor del Sol.
Se puede empezar por eso, Majestad.