martes, 1 de diciembre de 2015

A través de


                                                  Foto de LACS


 Comunicarse no es fácil. Salir de tu propio mundo y acceder al de otro requiere...sentir como el otro...no tratar de pensar como el otro...sino...sentir como el otro -porque es desde ahí desde donde se origina todo-. Supone internarse en un mundo con reglas, símbolos e indicaciones muy diferentes
al tuyo. Es perder...de alguna forma...toda relación con "lo conocido".Te vas de viaje y descubres nuevos territorios, nuevas caras, nuevas costumbres, nuevos horizontes...pero claro...sin soltar el billete de vuelta de tu mano...¿qué pasa cuando no hay billete de vuelta?¿cuando pierdes las maletas,
el dinero, el móvil y las tarjetas?¿cuando el olvido se instala en tu memoria y ya no recuerdas ni quién eres, ni hacia dónde vas, ni de dónde vienes?.
 Hace muchos años "me metí" en el sueño de alguien muy alejado de mi experiencia vital hoy. Nunca me había sentido así -ni aún en los peores momentos de mi recordada vida-. No había esperanza...ninguna esperanza. Tenía la absoluta convicción que todo sería siempre oscuridad, miedo, soledad. Me invadió un terror nunca experimentado que me hacía sentir extremadamente vulnerable, desprotegida, en peligro. Corría por oscuros pasillos perseguida por "monstruos desconocidos". Finalmente conseguí atrincherarme tras una puerta mientras al otro lado "algo" trataba de traspasarla, a golpes, con la clara intención de causarme daño. Desperté
del sueño llorando, temblorosa, sobresaltada. Fue como meterme en una película de terror y protagonizarla en primera persona. Con los años
he experimentado muchos otros sueños pero nunca uno tan alejado de lo que "hoy soy".
 Siempre he tenido muy presente "este sueño" en mi vida, en mi trabajo, en mis relaciones...muy presente para no perderme -o, en todo caso, no demasiado- pero también...para comprender.

 Quiero dedicar esta entrada a Juan Francisco por su carta, por su agradecimiento, por reavivar en mí una luz que a veces -o así lo parece-
se apaga.


 Juan Francisco llegó a la urgencia inconsciente, con la ropa y el cuerpo sucio, maloliente, empapado en alcohol, vómito, orín y sangre. Durmió durante toda la noche y al despuntar el alba, hablamos -apenas quince o veinte minutos-. Unos días después se presentó de nuevo con un aspecto muy cambiado. Venía a darme las gracias. Dijo que me escribiría una carta; le era difícil expresar todo lo que quería decirme. Esa carta llegó a mis manos cinco meses después "gracias" a una cadena de personas y acontecimientos que -consciente o inconscientemente- ralentizaron su llegada provocando que la recibiese cuando más la necesitaba. La carta, tres hojas arrancadas sin cuidado de un cuaderno y garabateadas con bolígrafo rojo bic y lapicero standler HB-2 -como así lo especificaba-, estaba repleta de tachones, de manchas de grasa, de palabras sin sentido, de ideas extrañas...pero también había en ella entrega, pasión, alegría, felicidad...y...un párrafo...que me hizo llorar: 

 "El motivo de esta carta es el tremendo agradecimiento que le profeso. Mi sensación fue como si en un corto espacio de tiempo hubiese tenido una amiga de toda la vida, una gran amiga.".



 RSB