El ser humano en general se mueve con torpeza en aguas templadas. No ofrece lo mejor de sí mismo. Necesita vivirse en extremos para auto-descubrir el oro que subyace bajo capas y capas de adormecimiento e insensibilidad. Esas capas son inherentes al vivir. Se posan sobre ti a hurtadillas. Un día te dabas cuenta y al día siguiente...ya no. Crees, cuando lo ves en otros, que eso nunca te pasará a ti pero justo en el instante en el que tienes ese pensamiento ¡zas!...ya se te ha colado una.
Alguien dijo una vez: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Cada vez que juzgamos, rechazamos o malinterpretamos el camino del otro
-tratando o no de encontrar el propio- tiramos una piedra. Piedra que se sumará a las miles de piedras que enturbian y distorsionan la percepción del Alma y que el ser humano lleva arrastrando en su recorrido por este mundo desde sabe Dios cuando.
RSB