sábado, 6 de febrero de 2021

Tu Mente es Tuya


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  "La psiquiatría, a diferencia de otros campos de la medicina, se basa en un sistema de diagnóstico extremadamente subjetivo. Básicamente, te sientas en la consulta con el médico y éste te etiqueta conforme a su valoración de los síntomas que describes. No hay pruebas diagnósticas. No puedes hacer pis en un vasito, ni dar una gotita de sangre para que la analicen en busca de una sustancia que indique taxativamente que 'tienes depresión' del mismo modo que un análisis de sangre puede revelar si tienes diabetes o anemia.

 La psiquiatría es tristemente famosa por sus meteduras de pata. Tiene a sus espaldas un largo historial de maltrato a pacientes mediante la utilización de tratamientos pseudocientíficos y ha quedado mancillada en numerosas ocasiones por su vergonzosa falta de rigor diagnóstico. Pensemos, por ejemplo, en el ganador del Premio Nobel de 1949, Egas Moniz, un neurólogo portugués que introdujo técnicas de cirugía invasiva para el tratamiento de personas con esquizofrenia, seccionando conexiones entre la región prefrontal y otras partes del cerebro; es decir, la lobotomía prefrontal. O en el experimento Rosenhan de la década de 1970, que dejó al descubierto lo difícil que es para un médico distinguir entre un 'paciente loco' y un paciente cuerdo que se hace pasar por loco. La prescripción de fármacos psicotrópicos tan común hoy en día es, a mi modo ver, igual de nociva y absurda que la destrucción física de tejido cerebral crítico o la etiquetación de las personas como 'enfermos psiquiátricos' cuando de hecho no lo son.

 Uno de los artículos que me sirvieron de revulsivo para cambiar mi práctica clínica fue un informe publicado en 2003 acerca del caso de una mujer vegetariana que durante un mes y medio sufrió una depresión que fue empeorando paulativamente. Pasado un tiempo, la paciente comenzó a oír voces y a experimentar paranoia. Se trataba de una mujer de cincuenta y dos años, posmenopáusica, que finalmente quedó catatónica, es decir, consciente y viva, pero inerme a los estímulos externos y en estado vegetativo. Podría asumirse automáticamente que ello fue consecuencia de una patología severa. La paciente recibió tratamiento electroconvulsivo y antipsicóticos, sin resultado positivos. Posteriormente, fue trasladada a otro hospital donde analizaron sus niveles de vitamina B12. Descubrieron que los tenía bajos y, tras recibir una inyección de esta vitamina, se recuperó por completo. (...) Es un ejemplo clásico de que no somos simples marionetas a merced de nuestro código genético, sino más bien el producto de complejas interacciones entre nuestros genes y nuestro entorno. En la actualidad se sabe que nuestro estado de salud está más determinado por nuestro entorno que por nuestra herencia genética. De ahí que me guste recordarles a mis pacientes que la depresión es epigenética, no genética.

 ¿Tomas antidepresivos?¿Conoces a alguien que los tome? Puede que incluso tengas amigos o familiares que aseguren que son su tabla de salvación. Los antidepresivos pueden parecer una opción razonable, sobre todo si te encuentras en una situación difícil. Pero ¿dispones de información suficiente sobre estos fármacos?. Aun a riesgo de parecer radical, permíteme ponerte un ejemplo procedente de mis propios archivos clínicos que marcará el tono de este capítulo. Kate, una mujer que nunca había tomado antidepresivos ni sufrido depresión, se sentía muy agobiada y exhausta tras el nacimiento de su primer hijo. En una revisión posparto, a las seis semanas de dar a luz, su obstetra le recetó Zoloft, un antidepresivo perteneciente al grupo de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Al cabo de una semana de empezar a tomarlo, escribió una nota de suicidio y estaba pensando en tirarse desde su terraza del decimoquinto piso de un edificio de Manhattan. Me dijo: 'en aquel momento me pareció lo más lógico. Y lo pensaba con total desapasionamiento, como si no fuera nada'.

 El de Kate no es un caso único; hay millones de mujeres a las que se le receta de manera automática fármacos para tratar síntomas de angustia. Y son muchas las que, al igual que Kate, experimentan efectos secundarios graves que pueden parecer manifestaciones de la depresión y no fruto de los propios fármacos. La facilidad con la que se dispensan estos medicamentos es en parte el motivo de que los consuman tantas personas; un 11 por ciento de los estadounidenses, un 25 por ciento de los cuales son mujeres de entre cuarenta y sesenta años (...).

 ¿Qué está pasando? En el último medio siglo, el DSM, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, la biblia de trastornos psiquiátricos diagnosticables, ha ido engrosándose hasta incluir más de trescientos diagnósticos en su quinta edición. En 1952 tenía apenas 130 páginas y describía 106 enfermedades. La versión actual es un mamotreto de 886 páginas que incluye 374 diagnósticos. Se trata de una obra de consenso a cargo de un comité formado por profesionales de la psiquiatría vinculados a la industria farmacéutica, lo que ya de partida entraña un profundo conflicto de intereses. Como afirma el doctor Allen Frances, de la Universidad de Columbia y autor de ¿Somos todos enfermos mentales?: 'la medicalización indiscriminada de la normalidad, que trivializa el trastorno mental, conduce a una avalancha de tratamientos médicos innecesarios y hace el agosto de la industria farmacéutica, con un coste inmenso para esos nuevos pacientes 'falsos positivos' que quedan atrapados en la extensísima red del DSM-V'. (...) El listado de trastornos y síntomas para los que pueden recetarse antidepresivos es tan largo que resulta casi ridículo. Estos fármacos están indicados para síntomas clásicos de depresión, pero también, por ejemplo, para las siguientes dolencias: síndrome premenstrual, ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo (TOC), trastorno bipolar, anorexia y apetito desenfrenado, dolores, colon irritable. El hecho de que puedan recetarse antidepresivos para tratar la artritis, una enfermedad inflamatoria de las articulaciones, mina cualquier confianza en su capacidad para corregir de manera certera un posible desequilibrio químico (...).

 A todo ello hay que añadir el empleo de estos medicamentos en niños de corta edad. Y se recetan no solo para la depresión, sino para problemas de conducta tales como la falta de atención, las rabietas, los tics nerviosos, el autismo y las dificultades para pensar. ¿A qué obedece que hayamos llegado a creer que los antidepresivos pueden ser un tratamiento seguro y eficaz para niños de dos años que todavía llevan pañales y aún no son capaces de articular frases completas?. Por de pronto, tengamos en cuenta el Estudio 329, que costó a la empresa GlaxoSmithKlein tres mil millones de dólares en concepto de multa por sus esfuerzos para promover el consumo de antidepresivos entre los más jóvenes. Dicho laboratorio falseó datos para ocultar las pruebas que indicaban un aumento de riesgo de suicidio y afirmó, también mendazmente, que el Paxil (paroxetina) obtenía mejores resultados que el placebo."


                                                  KELLY BROGAN


   Nadie está loco del todo. Nadie es moralmente íntegro nunca

                                        FERNANDO COLINA PEREZ


     https://elpais.com/sociedad/pienso-luego-actuo/2021-01-25/radio-nikosia-maestros-en-salud-mental-por-experiencia-propia.html