viernes, 7 de julio de 2023

Parménides / Perséfone / La Cultura Occidental (3)

                                     Proserpina (Perséfone) de Dante Gabriel Rossetti


 "Las descripciones más antiguas de Parménides son extrañas. Son como lápidas en su tumba.

 (...) Platón escribió un diálogo sobre él. Se titula Parménides. Lo presenta en Atenas como un hombre muy viejo y canoso que discute sobre asuntos filosóficos en presencia de un hombre muy joven: Sócrates, maestro de Platón. 

 (...) Si se quieren tomar en serio las insinuaciones del diálogo de Platón sobre la edad, la fecha y la época, podríamos concluir que Parménides probablemente nació hacia el año 520 o 515 a. de J.C. Y, sin embargo, surge un problema. Parménides es, de manera deliberada, una obra de ficción. Sitúa a Parménides debatiendo teorías platónicas abstractas de una manera que nunca habría podido o querido discutir: lo que describe Platón no sucedió nunca. Sitúa al sucesor de Parménides, Zenón, en el debate sólo para minarlo y empequeñecerlo. Lo representa denigrando sus propios escritos delante de todo el mundo; muestra a Parménides distanciándose fríamente de él. 

 (...) Desde el comienzo al final, la composición del Parménides está hábilmente diseñada con un solo objetivo: presentar a Sócrates y a Platón -pero no a Zenón ni a ningún otro- como herederos legítimos de las enseñanzas de Parménides.

 No es ninguna sorpresa. Era un principio bien reconocido en el círculo de Platón: adapta el pasado a tus propósitos, pon ideas tuyas en boca de figuras famosas de la historia, no te preocupes por los detalles históricos. Y el propio Platón no tenía escrúpulos en inventar las ficciones más elaboradas, recrear la historia, alterar la edad de la gente y cambiar las fechas.

 Lo más sorprendente es hasta qué punto se ha convertido en normal tomarlo en serio cuando no procede y, en cambio, no tomarlo en serio cuando corresponde.

 (...) ¿A quién o qué mató Platón?. Eso es lo que empezaremos a descubrir en este libro. Si vemos lo que era Parménides vemos por qué Platón tuvo que matarlo. Porque si no hubiera hecho lo que hizo, el Occidente que conocemos nunca habría existido.

 Platón tenía que cometer parricidio, quitar de en medio a Parménides. Y el asesinato fue tan completo que ni siquiera ahora sabemos qué pasó ni qué se mató.

 El único indicio de lo sucedido nos llega cuando advertimos que falta algún dato. No es posible pasar por alto lo que representaba Parménides, siempre vuelve de un modo u otro. Podemos estar sin él un tiempo, pero sólo un tiempo breve.

 Parménides escribió un poema.

 Sería fácil imaginar al padre de la filosofía haciendo todo tipo de cosas, pero se limitó a escribir un poema. Lo escribió en la métrica de los grandes poemas épicos del pasado, una poesía creada bajo la inspiración divina, que revelaba lo que los seres humanos, por sí mismos, jamás podrán ver (...).

 Y lo escribió en tres partes. La primera parte describe su viaje rumbo a la diosa que no tiene nombre. La segunda describe lo que ésta le enseñó sobre la realidad. Y la última parte empieza con las palabras de la diosa "Ahora voy a engañarte", y pasa a describir con detalle el mundo en el que creemos vivir.

 Todos los personajes que Parménides encuentra en su poema son mujeres o niñas. Incluso los animales son hembras, y recibe lecciones de una diosa. El universo que describe es femenino; y si este poema de un varón representa el punto de partida de la lógica occidental, algo muy raro le ha sucedido a la lógica para que haya terminado tal como está ahora.

 El viaje que describe es mítico, un viaje a lo divino con ayuda de lo divino. No es un viaje como otro cualquiera. Pero que sea mítico no quiere decir que no sea real. Al contrario, cualquiera que haga el viaje descubre que los viajes a los que estamos acostumbrados son los irreales, porque nuestra conciencia nunca se desplaza, nunca cambia. Cuando andamos calle abajo, en realidad no vamos a ningún lado. Podemos viajar por todo el mundo sin ir a ninguna parte. Nunca vamos a ninguna parte; si creemos lo contrario es porque estamos atrapados en la red de las apariencias, en la red de nuestros sentidos.

 Durante siglos, la gente se ha esforzado en dar sentido al viaje que describe Parménides. La mayoría de las veces se explica como un recurso literario, una estrategia poética que empleó para dar mayor autoridad a sus ideas. Se dice que los personajes divinos sólo son símbolos de su capacidad de razonamiento -era, al fin y al cabo, un filósofo- y el viaje mismo es una alegoría de su batalla para salir de la oscuridad y llegar a la luz, de la ignorancia a la iluminación intelectual.

 Pero no es necesario esforzarse de esta manera. Es agotador tener que explicar que una cosa significa otra distinta, y durante mucho tiempo nos hemos agotado intentando eludir lo que tenemos delante. Platón tenía buenas razones para matarlo hace dos mil años; pero no tiene sentido seguir matándolo ahora.

 Y el hecho es que Parménides nunca se describe a sí mismo saliendo de la oscuridad camino de la luz. Si se sigue lo que dice, se ve que iba justo en dirección contraria.

 A lo largo de toda la antigüedad, los más destacados intérpretes -de oráculos, de los auspicios de la existencia, de cómo cantaban y volaban los pájaros- sabían que la mayor parte de la interpretación consistía no en interferir sino en mirar, escuchar y permitir que las cosas observadas revelaran su significado.

 (...) Así pues, Parménides viaja a los infiernos, a las regiones del Hades y del Tártaro, allí de donde no regresa casi nadie. Y en cuanto empieza a entenderse esto, todos los detalles encajan en su sitio. Parménides viajaba en dirección a su propia muerte de manera consciente y voluntaria.

 (...) Lo primero que hace la diosa después de que Parménides llegue es tranquilizarlo y decirle que aquello que lo ha llevado hasta ella "no ha sido el hado funesto". Estas palabras, "hado funesto", tenían un sentido muy específico en griego clásico. Era una expresión habitual para referirse a la muerte.

 Esta frase tranquilizadora no tendría sentido a menos que hubiera buenos motivos para suponer que lo llevaba la muerte hasta ella. La diosa dice, sin decirlo claramente, que uno sólo llega a donde él ha llegado si está muerto. 

 Así pues, eso es lo que Parménides ha hecho: ha recorrido la vía de la muerte mientras todavía está vivo, ha ido hasta donde van los muertos sin morirse. Para cualquier otro, el lugar al que ha llegado sería mortal.

 Hay sólo un fragmento en la literatura griega que se acerca a la descripción de Parménides de esta bienvenida. Es un pasaje que describe el recibimiento que aguarda al gran héroe Heracles cuando regresa vivo del inframundo: la reina de los muertos lo saluda tan calurosamente como si fuera su hermano. En época de Parménides se entendía que la fuerza bruta y el valor no bastaban  para llevar a un héroe hasta el mundo de los muertos. Tenía que saber lo que hacía, adónde iba; dónde estaba en relación con los dioses. Tenía que haber sido iniciado en los misterios del inframundo.

 Lo mismo sucede con Parménides. Justo al principio de su poema dice que es "un hombre que sabe". Hace ya tiempo que los estudiosos se han dado cuenta de que en griego clásico era una manera habitual de referirse a los iniciados, a los que saben cosas que otros ignoran y, por ese motivo, saben que pueden ir allí donde otros no querrían ir."


                             EN LOS OSCUROS LUGARES DEL SABER

                                                    Peter Kingsley

                                                  Ed. Atalanta