miércoles, 12 de junio de 2024

La Sabiduría de la Edad

 



"Con frecuencia, los propietarios de jardines me preguntan si tal vez sus árboles se encuentran situados demasiado juntos y se están quitando luz y agua los unos a los otros. Esta preocupación tiene su origen en las explotaciones forestales, en las que los troncos deben engrosarse a ser posible con rapidez para ser aptos para la tala y, con este fin, necesitan mucho espacio para desarrollar una gran copa redondeada. Por este motivo, normalmente cada cinco años, son liberados de la posible competencia. ¿No parece lógico pensar que un árbol crece mejor si se le libra de la competencia, puesto que su copa recibe así más luz del sol y las raíces disponen de todo el agua que quieran?. Para ejemplares de distintas especies, esto parece ser cierto, puesto que da la impresión que luchan entre ellos por los recursos de la zona, pero, por el contrario, con los árboles de la misma especie, la situación es distinta. Ya he mencionado que las Hayas tienen la capacidad de la amistad y que incluso pueden alimentarse las unas a las otras. Es evidente que un bosque no tiene ningún interés en perder a sus componentes más débiles, ya que la consecuencia es que se crean huecos que alteran el lábil microclima de penumbra y humedad del aire, aunque, por otro lado, cada uno de los árboles podría desarrollarse libremente y llevar su vida de forma individual. Podría, pero al menos los Robles paracen dar un gran valor a la justicia equitativa. Vanessa Burshe, de RWTH, en Aquisgrán, se dio cuenta que en los bosques inalterados de Hayas se puede llegar a un descubrimiento especial en la cuestión de fotosíntesis. Los árboles se sincronizan de forma evidente de tal manera que todos consiguen el mismo rendimiento. Y eso no es algo lógico. Cada Haya ocupa un lugar diferente. Si el terreno es pedregoso o suelto, si retiene mucha o poca agua, si contiene muchos nutrientes o es extremadamente árido, la situación puede variar mucho en cuestión de pocos metros. En consecuencia, cada árbol tiene unas condiciones de crecimiento distintas y, por este motivo, crece más rápìdo o más lentamente, de modo que puede producir más o menos azucar y madera. Así pues, el resultado de la investigación es sorprendente. Los árboles igualan sus debilidades y sus fuerzas. Sin importar si son gruesos o delgados, todos los ejemplares producen, con ayuda de la luz, la misma cantidad de azúcares en cada hoja. La igualdad se produce bajo tierra a través de las raíces. A este nivel, tiene lugar un intercambio activo. El que tiene mucho da y el que tiene poco recibe ayuda. Para ello entran en juego los Hongos que, con su gigantesca estructura en forma de red, actúan como una enorme máquina de distribución. Esto recuerda un poco al sistema de ayuda social, el cual impide que los miembros más desfavorecidos de la sociedad se hundan demasiado. Para las Hayas, la densidad no es un problema, sino todo lo contrario. Las agrupaciones densas son deseables y, con frecuencia, los troncos se encuentran separados entre ellos por menos de un metro. Así, las copas mantienen un tamaño pequeño y apretado; muchos agentes forestales opinan que esto no es bueno para los árboles y, por este motivo, son distanciados mediante la tala, eliminando los que son considerados superficiales. Pero colegas de Lübeck descubrieron que un bosque de Hayas en el que los ejemplares están muy próximos es más productivo. El claro crecimiento anual de la biomasa, sobre todo madera, es la prueba de la salud de la masa arbórea. Juntos, los nutrientes y el agua se reparten mejor, de manera que todos los árboles pueden desarrollarse óptimamente. Si "se ayuda" a algunos ejemplares a deshacerse de su supuesta competencia, los árboles supervivientes se convierten en solitarios. Los contactos con los vecinos se pierden en el vacío, ya que allí solo queda el tocón. En este caso, cada uno mira por sí mismo y como consecuencia se producen grandes diferencias en la productividad. Algunos ejemplares aceleran la fotosíntesis como salvajes, de manera que los azúcares rebosan. Así crecen mejor, están en forma, pero a pesar de todo, no viven más, ya que un árbol sólo puede ser tan bueno como el bosque que lo rodea. Y en esta situación, en el bosque también hay muchos que pierden. Ejemplares más débiles que antes recibían el apoyo de los más fuertes se quedan atrás. Tanto si su debilidad se deba al lugar donde se encuentran o a la falta de nutrientes, a un problema transitorio o a su genética, la cuestión es que se convierten en presa fácil de insectos y hongos. Pero el hecho de que sólo sobrevivan los más fuertes, ¿no es algo propio de la evolución?. Los árboles negarían con la cabeza, más bien dicho con la copa. Su bienestar depende de la comunidad y cuando los supuestamente más débiles desaparecen, los demás también pierden. El bosque deja de ser cerrado, el calor del sol y los vientos huracanados pueden afectar al suelo, y el clima húmedo y fresco se altera. A lo largo de su vida, los árboles fuertes también enferman varias veces y entonces se quedan a merced de la protección de sus vecinos más débiles. Si éstos han desaparecido, basta con una plaga de inofensivos insectos para acabar incluso con los árboles más gigantes."


                                    La Vida Secreta de los Arboles

                                       PETER WOHLLEBEN

                                            Ediciones Obelisco