domingo, 5 de marzo de 2017

Celtic Tree




 En el siglo XX, la sociedad llamada "occidental" ha llegado, no es un misterio para nadie, a un estado de malestar tal que cada uno se afana en encontrar los medios propios que le repongan la salud. Así pues, se le propone una solución "revolucionaria" o una solución "reformadora". Digamos a continuación que una solución reformadora tiene pocas posibilidades de llevar a resultados positivos: un simple enlucido no es más que tapar pequeños agujeros sin que ello impida que se produzcan otras fisuras. No se conseguirá un motor nuevo remplazando tan solo ciertas piezas de un motor fatigado: como mucho, conseguiremos hacerlo rodar durante un tiempo, y así prolongar una situación de espera. Pero entonces el accidente final será aún más espectacular y no dejará lugar a la alternativa. En cuanto a la solución revolucionaria, no será verdaderamente cierta si sólo se lleva a cabo a través de un cambio de estructuras, en vez de un cambio de mentalidad. En efecto, todo el mundo se pierde en hacer brillar estructuras nuevas que, al análisis, revelan ser antiguas fórmulas tan antiguas como las que se quieren cambiar, pero bautizadas de forma diferente. Por otra parte, las estructuras son abstracciones que no tienen realidad si no es por la acción de los hombres, las estructuras valen lo que valen los hombres y, sobre todo, lo que ellos quieren.

 Así pues, la sociedad actual, en las condiciones actuales, teniendo en cuenta lo adquirido de un pasado cultural, reposa sobre una gigantesca estafa que se comienza tímidamente a denunciar. Dicha estafa se oculta tras todos los problemas políticos, religiosos, sociales, económicos y culturales que le sirven de coartada: se trata estrictamente de la relación entre hombre y mujer (...).

 (...) no es necesario referirse a las costumbres, a las rutinas: éstas evolucionan según el ritmo de la historia. Por otra parte, hay realidades sólidas e inmutables desde el alba de lo que se ha convenido en llamar "civilización" hasta la época contemporánea, son las estructuras mentales, transmisibles de generación en generación, siempre idénticas a sí mismas, porque sin ellas, y sobre todo sin su permanencia, nuestra sociedad no podría existir. Estas estructuras mentales no son otra cosa que una axiomática a la medida de nuestra sociedad, la cual es el resultado de una grandiosa síntesis judeo-romano-cristiana (*). En efecto, la sociedad no es más que un modo operativo necesario y lógico en el cual el género humano está obligado a vivir bajo pena de perder uno de los elementos de su humanidad, la sociabilidad. Pero un modo operativo es una creación del espíritu humano, creación adaptada a las necesidades de la raza humana, a sus límites, y también, a veces se olvida demasiado, a sus aspiraciones.

 Y todo modo operativo reposa sobre convenciones, sobre postulados fundamentales. Las matemáticas, que son un modo extraordinario de progreso técnico, no escapan a esta regla. Durante cientos de años, las matemáticas han reposado sobre el célebre postulado de Euclides: "Por un punto tomado fuera de una recta se puede trazar una paralela a dicha recta, solo una". Postulado indemostrable, cierto, pero que no se prestaba a discusión. Nadie ponía en duda el valor de una proposición sobre la cual se edificó poco a poco un sistema perfectamente lógico y coherente y que, además, daba resultados prácticos innegables. El postulado fundamental de Euclides se ha convertido en una estructura mental transmisible sin discusión.

 Así pues, no solamente es indemostrable este postulado, sino que no es conforme a la realidad profunda, porque la linea recta no existe. Esto ha permitido a Riemann emitir otra proposición: "Por un punto fuera de una recta, no se puede hacer pasar ninguna paralela a aquella". Y después de ésto, como en el postulado de Lobatchevsky ("se puede hacer pasar una infinidad de paralelas"), se pueden constituir sistemas perfectamente coherentes. El reino de las matemáticas euclidianas había acabado, la puerta estaba abierta a exploraciones más audaces de la realidad, de esa realidad que las estructuras mentales establecidas nos ocultan tras la niebla, tal como las "ilusiones engañosas" que había discernido el genio de Pascal en el fondo de cada ser humano.



                  La Mujer Celta. Mito y sociología. JEAN MARKALE.

                                                           Ed mra


(*) el cristianismo, en sus inicios, se presentó como una doctrina de liberación y reconocimiento de la
     mujer, lo que explica que fuera acogido tan favorablemente por la mujeres, hasta que por una
     cuestión de supervivencia, expansión y miseria humana, hizo por encajar en el "mundo romano". 
     Nota de RSB