No hay nada que el cielo no cubra,
y nada que la tierra no sostenga.
Chuang Tzu
369-286 a.C.
La Tierra acoge y nutre a la vida que depende de ella.
Cuando el verano declina y se acerca el otoño, se produce una pausa, un periodo en el cual el tiempo parece detenerse y la gloria del verano queda suspendida. El final del verano marca el ascenso del poder de la Tierra, la época de la madurez, cuando todo lo que ha crecido y se ha desarrollado en la primavera y el verano se encuentra disponible para ser cosechado. Libre momentáneamente del ciclo de nacimiento, crecimiento, declinación y muerte, existe un tiempo seguro de paz y plenitud durante el cual podemos apreciar los frutos de nuestro trabajo. El Bazo, como el veranillo de San Martín de final del estío, corresponde a la Fase de la Tierra. Al recibir y compartir los sólidos y los líquidos, las percepciones y las ideas, el Bazo integra los alimentos y las experiencias a la sustancia que nos constituye.
La Tierra, el suelo que nos alimenta y el terreno que nos sitúa en el tiempo y en el espacio, confiere estabilidad. Un árbol es tan firme como el terreno donde se enraiza. Un árbol joven que crezca en la grava o en la arena fácilmente será arrancado, mientras que otro que abrace el granito con sus raíces se mantendrá firme y será casi imposible sacarlo del lugar. (,,,) La Tierra genera la capacidad de cambiar de dirección sin perder el equilibrio. La Tierra representa nuestro centro de gravedad, el punto de referencia alrededor del cual se orientan todos los otros aspectos del carácter y de la estructura, el eje alrededor del cual giramos.
EL ARQUETIPO DE LA TIERRA. El Pacificador.
La unificación es el principio que guía a el Pacificador. A través de su poder para establecer y mantener las relaciones, nutre y promueve nuestra conexión con los demás y con nuestro mundo. Centrándose en lo mutuamente compartido, convierte lo que está dividido y enfrentado en algo unificado e interdependiente. El Pacificador valora la serenidad y la estabilidad, mediando en los conflictos con su don para convertir la discordia en armonía. Es el maestro en establecer posiciones y en ejercer influencia, capaz de modificar su punto de vista, captando lo que es esencial para lograr la máxima cooperación con el mínimo sacrificio. Como un camaleón, puede asumir y mejorar los atributos de aquellos que le rodean, logrando que la gente se sienta cómoda en un ambiente de confianza.
El Pacificador encarna la compasión y el afecto, dispuesto a hacer de abogado de aquellos que más necesitan de la amistad, el apoyo y el aprecio. Negociando la paz como un objetivo en sí, sirve incansablemente a la humanidad como un gran equilibrador y armonizador, como el custodiador de las familias y de las sociedades.
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA. Los cinco elementos en la medicina china.
Harriet Beinfield y Efren Korngold.
Ed. La liebre de marzo.